Que Daniel Day Lewis es algo así como ‘el último mohicano’ de una de las últimas generaciones de buenos actores no es ningún secreto. Este inglés que allá por los ochenta protagonizó un auténtico ‘Motín a bordo’ en Hollywood con su intensa forma de actuar, era capaz de convertir la pantalla en ‘Una habitación con vistas’ a historias sobre ‘Gángsters de Nueva York’, ‘Sonrisas de New Yersey’ o ‘Nine’ mujeres, ‘El boxeador’, o ‘Mi pie izquierdo’. Siempre dispuesto a mantenernos en ‘La edad de la inocencia’, aquella en la que el cine consigue hacerte estremecer, llorar, reír y emocionarte.

Pozos de ambicion
Por eso y mucho más, tener a Daniel Day Lewis como protagonista es siempre ‘El hilo invisible’ que marca la diferencia entre una buena actuación y una excepcional.

Y ejemplo de esto es ‘Pozos de ambición’, una hermosa y atroz historia sobre Daniel Plainview, quien por su naturaleza visceral bien podría ser un pariente lejano de Billy ‘el carnicero’ de ‘Gangs of New York’.
Él es el elemento a disfrutar en escena, el objeto a obvervar, el rompecabezas sin resolver que nos mantendrá en constante tensión segundo a segundo. Odio, empatía, desprecio, compasión… Todo eso y mucho más despierta el protagonista de una historia hecha para obligar al espectador a reflexionar.
Sobran las palabras cuando estamos ante una historia demoledora, con una narrativa que pudiera llegar a evocar a ‘El resplandor’ en ocasiones y que, como viene siendo costumbre en el cine de Daniel Day Lewis, nos habla de ‘La insoportable levedad del ser’.