Con la acostumbrada delicadeza con la que Sofia Coppola captura la esencia femenina, ‘Priscilla’ se presenta como un retrato íntimo y personal de su protagonista. A su lado en todo momento asistimos a lo que podría calificarse como secuestro de su inocencia a manos de un ídolo del rock inmaduro y egocéntrico.
La sensación de incomodidad se apodera del espectador desde el primer momento, cuando vemos como una joven Priscilla es «reclutada» de manera fría e insensible por un desconocido que parece tener como objetivo asegurarse la presencia femenina en una fiesta dedicada a complacer a Elvis Preisley. Desde entonces todo lo que sucede se presenta raro, incómodo, cuestionable e inmoral a ojos de cualquiera que no sea Priscilla.
La joven, aturdida y confundida, expone su fragilidad e inocencia con tal veracidad que consigue traspasar la pantalla, obligando al espectador a levantarse de la butaca y gritarle que salga corriendo de esa jaula que resulta ser Graceland.
Lo mejor: La cercanía del personaje principal, capaz de atraparte en su burbuja.
Lo peor: El poco riesgo tomado a la hora de exponer hechos.
