Resucitar un éxito del pasado se ha convertido en una molesta costumbre del Hollywood más necesitado de originalidad y estrellas. Una vez leí que el cine murió en el 2000 y ciertamente no puedo decir que esté en más acuerdo con dicha sentencia. Por supuesto hay excepciones, obras magnas, obras mágicas… y mientras Quentin Tarantino, Woody Allen, los Cohen o Martin Scorsese sigan en activo tenemos garantizadas varias horas de entretenimiento cinéfilo. Pero, a grandes rasgos, el cine ha muerto. Y no quiero culpar a los superhéroes pero lo voy a hacer.
La explotación más comercial y cansina de Marvel, sumada al auge de las plataformas como dispensadoras de películas y series tan rápidas de crear como de consumir y olvidar ha hecho que el cine no sienta la necesidad de esforzarse en crear nuevas historias. Porque, ¿por qué no volver a usar una y otra vez la misma fórmula de éxito pasado? Si Los Cazafantasmas gustaron, ¿por qué no hacer una versión femenina que plagie al original? ¿Si Matrix gustó por qué no hacer una innecesaria cuarta parte? ¿Por qué no crear secuelas, reboots, remakes y otros inventos de mal gusto sólo para atraer a una audiencia necesitada de recuperar tiempos mejores?
A estas alturas habrás adivinado que el anuncio de Top Gun: Maverick me provocó más rechazo que nostalgia. No obstante y porque soy cinéfila me vi en la obligación de ver una cinta que todos prometían era magnífica.
La premisa era la obligada en este tipo de secuelas: El mundo está en peligro y sólo una persona puede salvarlo, a menudo un héroe con poco respeto por las normas ya retirado que, en este caso, es Maverick.
Con la premisa de alcanzar la redención ante el sentimiento de culpa que la muerte de Goose dejó en Maverick, el piloto vuelve a la academia de aviación más popular para ponerse al frente de una escuadra de novatos entre los que se encuentra el hijo de Goose y algunos viejos conocidos como Iceman.
Y sí, el resultado es el esperado, Maverick salva el mundo, alcanza la redención y nos regala un momento inevitablemente emotivo con Iceman a la vez que recurre a viejas referencias y anécdotas para introducir nuevos personajes que nos trasladen a la primera cinta.
Top Gun: Maveriick, final explicado
Sí, tenemos la típica escena de Tom Cruise arreglando su avión en camiseta de algodón, tenemos el final romántico que todo final made in Hollywood promete y una escena final que resulta tan esperada como satisfactoria. No obstante, y pese a que la cinta presenta todos los clichés del género, pese a que no hay nada sorprendente en ella, muy a pesar de que juega con la nostalgia más sensiblera para provocar la emoción en el espectador y pese a que era completamente innecesaria, la cinta es notable.
Divertida, entretenida y cargada de un espíritu inspirador y optimisma, Top Gun: Maverick es un elemento de entretenimiento hecho con sumo cariño, al estilo de los 90s, con grandes dosis de emoción, acción, humor y un personaje que sigue resultando carismático a pesar del paso de los años: Maverick.
Así pues, vea y disfrute Top Gun: Maverick porque posiblemente sea una de las pocas secuelas capaces de emocionar con un final made in Hollywood tan típico como necesario en tiempos oscuros en los que el cine se convierte en mero elemento comercial de usar y tirar.
Top Gun: Maveriick, final explicado
El final de Top Gun: Maveriick es tan emotivo como sencillo de explicar. Con el uso de la nostalgia como máxima arma de destrucción masiva, un maquiavélico uso de la banda sonora e infinitas referencias a la primera cinta, Top Gun: Maverick es un canto a los viejos tiempos, a la reivindicación de que a veces lo viejo es mejor que lo moderno. Pero sobre todo intenta transmitir el esperanzador e iinspirador mensaje de que ser joven no es una cuestión de edad, sino de pasión.
La pasión es lo que nos mueve y es lo que mueve a Maverick, quien demuestra que nunca es tarde para ser feliz, para alcanzar la redención o volver a encontrarte con la hija del General que una vez te hizo perder la cabeza. Y sí, tamb¡én nos invita a romper las reglas, a atrevernos a ir más allá, a convertir lo imposible en posible y saber que todo habrá merecido la pena si al final lo hemos hecho con el corazón.