Dicen que no hay dos sin tres pero espero por el bien del cine francés que no haya tercera entrega de esta saga sin alma ni sentimiento. Es cierto que estamos ante una segunda parte, lo que puede hacer que no todo se entienda a la primera si no has visto previamente ‘Los tres mosqueteros: Dartacán’, pero de ahí a faltar al respeto al espectador con una cinta que parece más bien un episodio random de una telenovela cursi de época hay un paso.
Es imposible sentir emoción alguna o la más mínima empatía por unos personajes que no se nos presentan, de los que no sabemos nada, y que para colmo carecen de cualquier atisbo de carisma. Todos y cada uno de ellos resultan de lo más ridículos.
Es fácil darse cuenta de que aquí los villanos son los mosqueteros, que incumplen las normas a su antojo y traicionan la lealtad del rey sin remordimiento alguno en pro de la infidelidad y el interés propio. El único héroe es Richelieu, guardian del orden y de la paz en el reino. Pero, ¿qué pasa con Milady?
Aunque Milady da nombre a la película, esta aparece tan anecdóticamente que es fácil sentirse decepcionado al ver que la película acaba sin que hayamos conocido a tan misteriosa dama.
Las tramas romántico-políticas se presentan de manera desaliñada y confusa, sin que lleguen a entenderse los motivos que dan lugar a cualquiera de ellas.
- Lo peor: La sensación de que se falta al respeto al espectador al situarle en mitad de una historia ya empezada y sin final más cercana a un culebrón que a una película.
- La decepción: Ver a los famosos mosqueteros reducidos a meros sinvergüenzas sin moral o ética con un Dartacán insulso y absurdo que actúa sin ton ni son.