‘Viven’, ‘La playa’,’Siete años en el Tibet’ o ‘Sueños rotos’ son sólo algunas de las películas que me vienen a la cabeza a la hora de pensar cintas que cuenten mejor lo que se puede intuir que quiere contar o transmitir Salvador Calvo en su película.
Le sobra pretensión y le falta justificación, narración y sobre todo falta un viaje emocional que explique el por qué de cada personaje. Expuesta como una mera narración de hechos, sin sentimiento, sin pasión, sin espíritu, la historia sólo se deja ver superficialmente sin llegar a dar muestras de estar viva.
Miguel Herrán hace su «best try» pero nisiquiera aún así es capaz de transmitir veracidad en sus palabras, falta pasión en sus gestos, en su mirada… Se mueve y habla por las escenas como un ser inerte, carente de cualquier sentimiento, helado, gélido y tan frío que llegas a dudar de que esté vivo.
Por otro lado no son pocos los plot holes que inundan la cinta, acciones o hechos que no se justifican y que nada aportan a la trama salvo la sensación de que se ha intentado hacer algo pero no se ha conseguido. Y es una lástima porque todo lo demás está bien ejecutado, planos, calidad de imagen, un presupuesto abalado por Netflix y toda la promoción necesaria para que el espectador sepa que la película existe.
La conclusión: ‘Valle de sombras’ es una historia ejecutada con la frialdad y gelidez de su propio entorno, que carece de alma, de sentimiento, del más mínimo atisbo de pasión.
- El cast: El cast hace su mejor intento aun cuando Miguel Herrán se presenta ante ellos carente de toda emoción y sentimiento. El diálogo en su boca se presenta como un texto leído sin alma y más aun carente de toda pasión son sus gestos y emociones. No es muy distinto al nivel general de sus ex compañeros de ‘Élite’, donde ahí Herrán era el único que conseguía trasnmitir vida y naturalidad a su personaje.
- La decepción: A pesar de lo que se vende, ‘Valle de sombras’ no es una historia de supervivencia, ni un viaje espiritual, sino el relato neutro y frío de un chaval que pasó unos días en un pueblo singular de extrañas costumbres donde la clave es asumir las cosas y hacerse responsable de las mismas, ah y los gusanos, no nos olvidemos de los gusanos, más vivos que el propio Herrán en escena.