Lágrimas en la lluvia
Pero, ¿dónde está la moral y el orden en toda esta historia? Sólo una regla se impone en el violento lejano Oeste de la ficción: los robots (también llamados “anfitriones”) son meros juguetes para adultos, ideados y reprogramados para satisfacer cualquier vicio o depravación que el turista demande.
Esto último es un divertimento que no plantearía mayor problema para los huéspedes si no fuera porque por error casual (o provocado) los androides han empezado a despertar de su letargo para tomar conciencia de su existencia. Y, al más puro estilo ‘Blade Runner’, han decidido que quieren vivir y, de paso, rebelarse contra aquellos humanos que les sometieron a sus deseos y caprichos.
Pero, ¿qué buscan los huéspedes de ‘Westworld’, más allá de la posibilidad ilimitada y enfermiza de matar, abusar, beber y delinquir sin ningún tipo de responsabilidad? La cuestión, de más importancia de la que pueda parecer, se plantea en diferentes momentos de la serie, dando lugar a distintas respuestas. Aunque si hay una respuesta que merezca consideración es la dada por un anfitrión muy especial: “Los recién llegados están buscando lo mismo que nosotros: un lugar donde ser libres y realizar nuestros sueños, un lugar con posibilidades ilimitadas”.
¿Cómo surge la idea de crear un lugar de juegos en el que todo está permitido? La respuesta a tan inquietante cuestión la da el Richard Attenborough del lejano Oeste, el personaje interpretado por Anthony Hopkins, que afirma que su entramado de robots, violencia y juegos nació del deseo de crear “algo de belleza duradera… Dios creando a Adán. El momento divino en el que Dios le da al ser humano vida y propósito”.
Almas de metal (Sigue en página siguiente…)