Crítica de Un tranvía llamado deseo, la gran obra de Marlon Brando y origen directo de Blue Jasmine.

Un tranvía llamado deseo, del año 1951, protagonizada por Marlon Brando y Vivien Leigh

[quote_right]Una obra dolorosamente fascinante, cuyo visionado quema en los ojos hasta hacerlos llorar[/quote_right]

Una escalera desquebrajada por el deseo y el dolor, y apenas iluminada por una leve sombra de luz, se alza, sinuosa y retorcidamente,ante un hombre desgarradamente salvaje y animal.

Éste, embrutecido por su salvaje naturaleza, brama pletórico de rabia y desesperación el nombre de una mujer: “¡Steeella…Steella..!” ¿Reconoces la obra?

Representada por Ned Flanders y C. Montgomery Burns en Los Simpson, la escena con la que abro el post es posiblemente la más icónica y reconocible del cine en blanco y negro. Estoy hablando, por supuesto, de Un tranvía llamado deseo, el inmortal clásico protagonizado por Marlon Brando.

[quote_box_center]¿Por qué destacó la obra? Porque es una historia expuesta con ferviente sinceridad. Los argumentos, presentados como una mecha incendiaria y sinuosa, definen los desgatados trazos de los personajes. Éstos, trío abocado a la desolación, terminan de prender la mecha en todos y cada uno de los fotogramas hasta hacer hervir la sangre del espectador, que, consumido por la íntima revelación de hechos, arde de pura rabia e impotencia.[/quote_box_center]

Cartel original de la película Un tranvía llamado deseo
Cartel original de la película Un tranvía llamado deseo

El deseo como excusa

No es una historia de amor, ni siquiera una historia de hermanas o de maltrato, Un tranvía llamado deseo es el descenso a la locura de Blanche, una mujer que, como una cerilla mojada, intenta encontrar la luz en la áspera y dura realidad machista, mas ésta no encuentra sino magulladuras y arañazos en su intento desesperado de prender fuego en la fría soledad.

Y, por supuesto, es también la historia de Stella, el tenebroso reflejo de una mujer consumida por el deseo de un hombre e incapaz de resurgir de sus cenizas. Y no, no me olvido de Stanley, el firme defensor del código Napoleónico y hombre del cromañón. Éste, hoguera de las vanidades machistas, completa el reparto en una obra dolorosamente fascinante, cuyo visionado quema en los ojos hasta hacerlos llorar, impregnándolos de ceniza y niebla. Y, en resumen, cautivándonos por completo. Así pues, ¿por qué destaco hoy Un tranvía llamado deseo? Porque es el gran clásico a descubrir.