04Crítica y análisis de Kill Bill,  la anunciada como cuarta película de Quentin Tarantino y obra maestra del celuloide.

Quentin Tarantino y David Carradine en el rodaje de Kill Bill

 Una década ha transcurrido desde que la anunciada como cuarta película de Quentin Tarantino rasgase la pupila inquieta de sus más fervientes seguidores. Pero, ¿cómo se gestó la mayor obra de arte cinéfila?

La que sin duda es la más brutal, demoledora y portentosa venganza poética jamás antes concebida, Kill Bill, surgía entonces de la locura creativa e ingenio desatado del maestro. Pero, ¿qué le llevo a elaborar la mayor y más ambiciosa película?

De alma poética y y lenguaje simbólico, este reimaginado western de naturaleza oriental llamado Kill Bill es para Quentin lo que En nombre de Caín fuera para Brian DePalma, una reivindicación y muestra de poderío y talento desenfrenado en pro de su incuestionable capacidad creativa para dirigir películas.

[quote_left]Kill Bill es el derecho de uso y abuso de un género y estilo creado por él mismo[/quote_left]

Siete años atrás, la crítica más severa había menospreciado y vapuleado el que fuera el tercer filme de Tarantino, Jackie Brown. La complacencia con la que el director quiso dotar a su cinta menos personal hizo que muchos anunciaran la muerte prematura de la que, hasta entonces, reverenciaban como la más prometedora carrera cinematográfica. Y así, en un momento en el que todo el mundo jugaba a ser Quentin Tarantino, fue a él a quien se le acusó de copiarse a sí mismo.

Kill Bill o el vuelo de Superman

¿Por qué recurrió el oscarizado guionista a un libro de Elmore Leonard (Rum Punch) en su tercera película? Nadie parecía entender por qué el autor de Reservoir Dogs y Pulp Fiction prefería hacer uso de la elocuencia ajena. ¿Por qué cogería Superman un vuelo comercial si éste ya puede volar? Nadie salvo Quentin entendió en aquel momento la razón de ser de Jackie Brown:

[pull_quote_center]Todo el mundo me pregunta cuál será mi próxima película después de Pulp Fiction, y yo les digo que no lo sé. Pero tengo claro que no será un guión propio, sino una historia basada en un libro de posiblemente Elmore Leonard. ¿La razón? No quiero que la gente se canse demasiado pronto de mi estilo.[/pull_quote_center]

De este modo, y sin que nadie supiera entender en aquel momento la intención del cinesta, Jackie Brown se convirtió para Quentin en La hoguera de las vanidades de Brian DePalma. Esta última, una obra que, en palabras de Quentin, su director rodó mejor que nadie años atrás en 1969 con Hola, mamá, plasmando en aquel entonces mucho mejor aquello que el libro de Thomas Wolfe quería decir. No necesitaba un remake, y desde luego no necesitaba volver a rodarla.

Si la paralela relación de similitudes no se entiende, sugiero se vuelva a leer el último párrafo, y allá donde ponga La hoguera de las vanidades léase Jackie Brown, donde pusiera Hola, mamá entiéndase Pulp Fiction

Y por último sustitúyase Thomas Wolfe por Elmore Leonard. Porque, más allá de la simple analogía encontrada, es en esta dual relación creativa DePalma-Tarantino donde encontramos el verdadero germen de la creación y origen mismo de Kill Bill: El derecho de uso y abuso de un género y estilo creado por ellos mismos.

[pull_quote_center]He hablado con Brian y está de acuerdo en que cuando hizo En nombre de Caín lo hizo proclamando que en efecto hay un tipo de cine creado por él que nadie mejor que él hace, pero del que hubo un tiempo que se cansó. Y, sólo a modo de experimento, decidió volver con una película cuyo único fin fuera satisfacerse a él mismo y no al espectador[/pull_quote_center]

De igual modo, y como fruto de su autocomplaciente necesidad de crear películas, Quentin hizo lo que ya hiciera DePalma, reivindicar su derecho de hacer uso y abuso de un estilo que él mismo había creado y patentado. Y lo hizo desfasando y dejándose llevar por su loco, desenfrenado y majestuoso ingenio autocomplaciente.